Amor y amistad

La Puerta

Llegué a casa y avente la mochila a una esquina, me dejé caer a un sillón en calidad de bulto volteando al cielo, saqué mi celular y comencé a revisar todo lo que podía. –“Llegó mi bebé”, dijo mi abuela, mientras me acariciaba mi pelo, me veía fijamente, camino y se sentó en el sillón de enfrente.

¿A quién le haz abierto la puerta? Mis ojos se voltearon hacía arriba y en tono sarcástico le respondí un frío y mal humorado “nadie tocó”. Hizo una pausa, agachó su cabeza, sonrió, rascó su mejilla y dijo: no hablo de la puerta de la casa, me refiero a la puerta de tu vida, nada entrará a ella si tú no se lo permites, nada saldrá de ella si tú no se lo permites. Tu vida es una puerta y tus “si” y tus “no” son las llaves que, o ponen candado o dejan el libre acceso. Por tu cara, tu actitud, tu manera de hablarme se que dejaste pasar a algo o a alguien que te esta robando tu amabilidad, tu sonrisa, tu esencia. ¿Cómo se llama?

¿¡Es adivina o qué!?  -¡No se necesita ser adivina para darme cuenta que algo no va bien! Me reí, me paré, le di un beso y me abrazó.

Cuestionamos los nobles sentimientos, no es tan fácil dejar pasar a la bondad porque en este mundo tiene uno que tener malicia, la gente es muy abusadora, así que en su cara le cerramos la puerta.

La misericordia no es muy bienvenida, porque darle otra oportunidad a quien se equivocó puede hacerle pensar que puede jugar con nosotros.

El perdón, ¡no ni hablar!, a ese pobre casi nadie lo deja ni pararse en la entrada, que ni se acerque a la puerta porque con un balde de agua pero bien fría lo ahuyentamos, quien se cree para llegar y provocar que empecemos de nuevo olvidando las heridas del pasado, ¿¡que fácil no!?

La prudencia, que flojera, siempre quiere llevarnos a pensar antes de hablar, y las cosas así meditadas no son reales, mejor lastimar y ofender antes que ser hipócrita.

Y así como que no queriendo llegan la confianza, la lealtad, la honestidad, la integridad, el amor, puros sentimientos que provocan dar y la crisis está en su punto como para andar por la vida regalando cosas.

Pero no se trate de los sentimientos que desgastan, por que ellos no tienen que tocar la puerta, nosotros los metemos, nos los traemos cargando, les abrimos la puerta, limpiamos la casa para que se sientan cómodos y los acomodamos de tal manera que se sienten tan parte de la familia que hasta les preparamos una habitación.

Falta de perdón, rencor, odio, enojo, angustia, tristeza, miedo, arrogancia, hostilidad, egoísmo, y la lista sigue y sigue.

¿Por qué abrimos la puerta a lo que en verdad nos roba? ¿Por qué cerramos a lo que nos cura? ¿Por qué preferimos el miedo antes que amar? ¿Cómo fue que lo bueno se hizo tan cuestionable y a lo malo no le pedimos explicaciones?

Examínate un momento y responde con sinceridad: Por tu cara, tu actitud y tu manera de hablar ¿a quién o a qué dirías que estas abriéndole la puerta?

Efectivamente en nuestras decisiones están las llaves. En Apocalipsis 3:20 nos dice: ¡Mira! Yo estoy a la puerta y llamo. Si oyes mi voz y abres la puerta, yo entraré y cenaremos juntos como amigos.

Jesús respeta nuestra decisión, aún cuando pudiera obligarnos, nos da la posibilidad de elección. Con total caballerosidad espera por nuestra respuesta. Llega y toca, pero no todos escuchamos que nos llama, quiere decir que no solo toca, también nos llama por nuestro nombre, si le abrimos no solo pasaremos la mejor velada, sino una vida junto a él.

Cuando llega a casa, hay un reacomodo en los muebles, una limpieza profunda y cambio de color interno y en la fachada. Todo corre por su cuenta, no nos pide un centavo para la remodelación, ¿quién hace eso?

La renovación que Jesús hace en nuestros fue pagada por su vida en la cruz al derramar su sangre. Puede ser que hayas escuchado su voz pero te estés negado a abrirle la puerta de tu vida, o puede ser que hayas dejado pasar a tantos sentimientos negativos que ahora te sientes tan indigno que no te imaginas como Jesús quiere entrar. Pero basta un “si”.

Si haz permitido que te roben porque tu mismo haz dado las llaves, ¿no crees que es tiempo de que se restituya y se te aumente lo que tenías? Quizá hoy sea el día que tengas que aceptar que le abriste a quienes no debías y los instalaste en los mejores lugares de tu corazón, y en un acto de arrepentimiento pedirle a Jesús que tome la habitación principal de tu casa y ¿sabes que hará él?

¡Con gusto pasará, cenará contigo y te dará su amistad, y lo hará por el resto de tus días, por que si alguien sabe dar y amar sin escatimar es Jesús!

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