Es difícil para muchos de nosotros pedir ayuda, por diferentes razones, quizá nos sentimos débiles si lo hacemos, o nos da vergüenza o no sabemos a quien acudir, pueden ser muchas razones las que nos alejen de un consejo o de una ayuda. Pero si te has atrevido a pedir ayuda puedes haberte expuesto a dos situaciones:
1.Encontrarte con alguien que no te ayudó, al contrario te juzgó y terminó contándote sus problemas, o
2.Haber experimentado una sensación de tranquilidad y paz por recibir un buen consejo.
En Isaías 38:21 dice: Preparen un ungüento de higos y úntenlo sobre la llaga, y Ezequías se recuperará.
El Rey Ezequías era un hombre que había hecho lo que agradaba a Dios, pero en una ocasión enfermó de gravedad, contemporáneo a Ezequías era el profeta Isaías, y por medio de él, Dios le habló al rey diciéndole que moriría. Para el rey recibir esta noticia fue demasiado fuerte y en cuanto el profeta se fue, el rey comenzó a llorar amargamente mientras le rogaba a Dios que le diera otra oportunidad y considerara su lealtad a Él. En eso Dios le habla de nuevo al profeta y lo hace volver con el rey diciéndole: He escuchado tu oración y he visto tus lágrimas, voy a darte quince años más de vida.
El rey Ezequías tenía una llaga y al untarle ungüento comenzó a recuperarse. Dios obró su sanidad a través del ungüento que trajo descanso a la vida del rey.
Lo que el ungüento es al corazón, el consejo es al hombre. Una palabra alineada a Dios puede ser como descaso a una llaga en el alma.
Buscamos consejo en personas que sabemos que no nos van a confrontar, que apapacharán lo que hacemos, en realidad no queremos consejo, solo queremos aceptación. Quizá tuviste una mala experiencia al buscar ayuda, pero no te des por vencido por que las cosas no fueron como esperabas. El rey Ezequías acudió primero a Dios y Dios mandó al profeta Isaías. Muchas veces ahí radica nuestro problema que primero buscamos a las personas y luego queremos que Dios intervenga. De la manera más sencilla habla con Dios y dile que te ayude a identificar personas con quienes puedas acudir y que te de oídos abiertos para escuchar, por que puedes ir con el mejor pero si no escuchas lo que quieres oír no recibes el consejo.
Todos necesitamos de todos y es sano y necesario pedir primero ayuda a Dios, y en nuestra comunión con él romperá todo orgullo que nos limite a pedir ayuda a los que nos rodean.
Analiza tu vida, ¿por qué no pides ayuda? ¿hoy necesitas hablar con alguien?
Así como Dios escuchó a Ezequías, Dios te escucha a ti, él pone en nuestras vidas personas que nos ayudan a caminar en una correcta dirección ¡PIDE AYUDA!