El diagnóstico que mi mamá recibió fue “su hija no podrá caminar”. Cuando nací varios virus atacaron mi cuerpo de tal manera que me afectaron a ese grado. Mi padre que en ese momento estaba en un punto de su vida lleno de fama y éxito me llevó a uno de los mejores hospitales esperando que el dinero hiciera el milagro. El doctor que me atendió le dijo “la ciencia médica tiene un límite”.
Y esto solo era la cereza del pastel, en casa la situación familiar se veía cada vez peor, la carrera artística de mi papá lo había rodeado de una vida desenfrenada (vocalista en la agrupación chilena “Los Ángeles Negros). Mi madre, una mujer que toda su vida se había esforzado por salir adelante, estaba al borde de la desesperación, el matrimonio derrumbándose, yo enferma, y ella sin ninguna esperanza. Hasta que…
Tuvimos (toda mi familia) un encuentro con Jesús. Y aquí entra la familia Oviedo Uribe, ellos fueron los instrumentos que Dios dispuso desde el cielo para que nos mostraran que no solo había esperanza, también había sanidad y restauración.
No lo recuerdo, solo era una niña, pero el día que mi madre accedió ir a la Iglesia, entro conmigo en brazos, mis piernas no se sostenían. Era una campaña de sanidad, me cuentan que el pastor pidió que pasaran los enfermos, Emita Oviedo me tomó y bien abrazada me llevó hasta adelante, mientras mi madre desde lejos hacía una oración que decía “no se donde estás, todos dicen que estás aquí, yo solo quiero decirte que si existes ya no te preocupes de mi matrimonio, solo te pido que sanes a mi hija”.
Ni mi madre, ni nadie, sabía el propósito que Dios tenía para toda la familia.
Oran x mi y desde el frente me ponen mis pies en el piso, dice mi mamá que comencé a caminar hacia ella ¡el milagro estaba ocurriendo! Y toda una Iglesia lo estaba presenciando.
¿Qué si creo en milagros? Cada día que camino recuerdo que Dios sigue haciéndolos.
La historia de mi familia cambió totalmente. Mis padres, mi hermano y mi hermana entregaron sus vidas a Dios. Solo él pudo restaurar el matrimonio de mis padres así que a mi me tocó crecer en un hogar unido y lleno de amor.
Mi encuentro con Jesús cambió mi condición física, un toque de su amor hizo que hasta este día él sea mi lugar y momento favorito, mi razón de vivir.
Un momento con Jesús cambió el futuro de mi vida y de mi familia, por que cuando Jesús aparece las cosas no vuelven a ser iguales. No hay diagnóstico demasiado malo para él.
Mis recuerdos son de una niñez llena de felicidad, todo el tiempo sirviendo a Dios, mis padres amándose y mis hermanos involucrados en la Iglesia en todo lo que se podía, los años pasaron, nos volvimos la familia pastoral. Antes de tener el título mi familia ya entregaba todo para Cristo, teniéndolo fue igual, dedicados a su servicio.
El agradecimiento que había era interminable y sigue siéndolo.
Seguir a Jesús es lo mejor que me ha pasado y eso no significa que todo ha sido color de rosa. Mi papá partió con Dios hace unos años y eso tocó lo más profundo de mi ser. Si has perdido a alguno de tus padres puedes comprender cuando te digo que es de los momentos más difíciles que se pueden experimentar. Pero aún en esos momentos tan complicados, Dios se ha hecho presente, el encuentro que Jesús tuvo con cada miembro de mi familia fue tan intenso que no nos rendimos ni nos alejamos de Él. Al contrario nos aferramos y seguimos sirviéndolo con todas nuestras fuerzas. Sabemos que mi padre despertó en la presencia del Señor.
Y es en su presencia en donde soy plena. Dios me ha bendecido con una familia, ahora soy esposa y madre y me sorprende el propósito que en cada etapa tiene Dios para mi, decidió usarme para hablarles a otros de él. ¿Y quién soy yo para negarme? En él se encuentra todo lo que amo y todo lo que necesito.
No hay prueba que no promueva, ni bendición que Dios haya prometido que no se cumpla.
Mi nombre es Xol Montes y sé que no hay imposibles para Dios.