Se acerca el fin de año y con ello las estadísticas de lo sucedido a lo largo de los meses, cada vez más tragedias, más asesinatos, más asaltos, más secuestros, más personas decidiendo quitarse la vida.
Estuve a nada de formar parte de esa estadística negativa, yo intenté suicidarme.
Crecí en una familia disfuncional, más tarde eso me llevaría a tener muchos problemas. Mis padres se divorciaron. Había mucho maltrato físico y psicológico a cada instante. Quisiera compartirte anécdotas de mi niñez, alguna navidad donde papá besara en la frente a mamá y nos arropara con amor, pero mis recuerdos se nublan ante todo lo negativo que vivía siendo tan solo una niña.
En casa lo que faltaba era la paz, ojalá se hubiera podido comprar con dinero, por que la economía era muy buena, por fuera sobraba pero por dentro todo estaba hecho pedazos.
Lo que me rodeaba llegó a ser tan abrumador, que en una ocasión, me tomé todas las pastillas que se me atravesaron. Los maltratos y golpes de mi papá a mi mamá y a mi eran demasiado, solo podía desear morirme, intenté suicidarme, pero no pasó. Mi intento fue frustrado, pero eso no me detuvo para seguir deseando destruirme, quería que todo se terminara, quería no despertar, quería desaparecer. Eso me orillo a usar drogas, aproximadamente por diez años.
Pero como si eso no fuera suficiente me gustaba mucho tomar, cada vez más me inclinaba a un ambiente contrario a lo bueno, contrario a lo sano, contrario a lo hermoso, contrario a Dios. En el desastre que me envolvía decidí refugiarme en la brujería y santería, como si quisiera cerrar con broche de oro todo lo que estaba haciendo.
No importa cuantas veces yo desee irme de este mundo, el creador del mundo tenía planes perfectos para mí.
Dios llegó en el momento indicado a mi vida. Me casé y formamos en nuestras posibilidades una familia. Un día llega mi esposo y comienza hablarme de un tal Jesús y mientras él me platicaba hubo unas palabras que me llamaron la atención, dijo: ¡Yaecko, Dios puede perdonar tus pecados!, sé que suena muy sencillo, pero eso hizo clic en mi interior. Mis palabras fueron: ¡Wow! ¿De verdad, de verdad, de verdad? y él me dijo si.
Si a alguien le convenía que Dios la perdonara era a mí. Y le conteste literal “Arre vamos a darle”
Mi encuentro con Dios ocurre todos los días, lo amo, me siento feliz y apasionada por Él, no tengo palabras para agradecerle, pero si tengo una vida que ofrecerle. Ahora sé que no fue casualidad que las pastillas no hayan funcionado. El vacío que había en mi era tan enorme que en mi ignorancia pensé que la muerte me haría un favor, me equivoqué, mi nombre estaba escrito en el libro de la vida y yo no decidiría eso.
Quizá te has llegado a sentir como yo y pensamientos de suicidio han querido venir a tu vida, yo no era para nada alguien que calificaba para encontrarme con Jesús, pero en su amor él murió por gente como tú y como yo, imperfectos y pecadores.
Yo no le podía ofrecer un pasado perfecto, o una vida sin errores, yo pude no haber seguido a mi esposo, pero me di la oportunidad de creer que Dios existía. Ya había intentado con la santería, brujería y no me había resultado. Decidí darle mi corazón a Jesús, él lo aceptó, lo restauró y me sanó.
Han pasado diez años en este precioso camino y lo puedo decir completamente segura, ha sido lo más maravilloso que me pudo haber pasado, tengo cuatro hermosos hijos, mi vida dio un giro tremendo y si lo hizo conmigo, lo puede hacer contigo. Así como una vez mi esposo me habló de Jesús, hoy yo te hablo a ti que me lees y que has intentado llenar vacíos y una y otra vez has fracasado. Dios te esta esperando, no importa lo que hayas hecho, él te perdona.
Termino diciéndote: No cambiaría por nada del mundo el haberle dicho sí a Dios.
Dale el sí, tu historia puede ser lo que haga a otros creer en Dios.