Pedacitos de mi corazón

No podía dejar de llorar, estaba en el piso juntando pedacitos de mi corazón, casi encuentro todas las partes, pero quedaba incompleto, se veía feo, de solo verlo lloraba más…

¿qué es eso? ¿quién querrá algo tan horrible? nadie quiere una pieza incompleta –me decía a mi misma.

En eso escucho un ruido, volteo a la puerta y veo que un papel entró por debajo, irrumpió mi dolor…

¿de quién sería el mensaje? ¿qué diría?

Duré unos minutos con mi mirada fija en aquella hoja, podía ver que había letras, pero requería mi esfuerzo para moverme y mi alma estaba atada, como si cadenas me impidieran avanzar solo un poco, mi mente me decía…

¿y qué si es algo malo?

Sin pensarlo más me arrastré un poco por el piso y lo abrí..

Decía:

Nos vemos esta tarde, no me alegra tu dolor, pero no sabes como esperé a que estuvieras desocupada para poder abrazarte y recordarte cuanto te amo.

Literalmente, solo pude hacer un puchero, como si fuera una niña, yo sabía quien me estaba escribiendo, mis ojos estaban hinchados y mojados, me dolía un poco la frente de todo lo que había llorado, me limpié los ojos, me paré y fui a mi closet, comencé a buscar que ponerme, tenía solo unas horas para la cita, encontré un vestido que ni siquiera recordaba que lo tenía, en su tela se dibujaban pequeñas flores y ese pequeño insignificante detalle sacó de mi una ligera sonrisa.

Mi pelo estaba duro, hacia unos días no lo lavaba, pero quería tener un olor bonito, me bañé, sentía el agua  como si me hubiera hecho falta el aire y ahora con el agua pudiera respirar, tenía una paz no de que todo estuviera bien, pero de que iba en camino.

Por primera vez, estaba recogiendo mi pelo después de… ya no sé cuanto tiempo, no podía maquillar mis ojos por que seguían hinchados pero si usé un brillo en mis labios, mi cara volvía aparecer, por fin me vi en el espejo, el resultado me gustó, tenía emociones revueltas, un poco de nervios, temor, vergüenza, otra vez me quedé estática, la tristeza era muy profunda.

Mi celular sonó y yo volví en sí, era hora. Tomé mi mochila, y metí la cantidad de piezas que tenía de mi corazón, no podía salir sin él, o sin lo que quedaba de él.

Cuando llegué, ÉL ya estaba ahí, suspiré y me dijo:

–¡Cuanto te extrañe!

 …No pudieron salir palabras de mi, me preguntó que traía en la mochila, respondí avergonzada:

–Lo que quedó de mi corazón

–¿Me lo muestras?

–Quisiera, pero te vas asustar

 –Pruébame

Saqué las piezas y dije:

–Son todas las que tengo

Las tomó, sus manos comenzaron a formar una hermosa obra de arte

¿Quieres contarme lo que pasó? –me preguntó

 Me equivoqué otra vez –dije..

No se cuanto tarde hablando, solo sé que me escuchó sin juzgarme, su mirada me volvía armar.

Me dijo que era hora de avanzar, pero ahora sin alejarme de él.

Te espere cada tarde en este mismo lugar, nunca te voy abandonar –con su suave voz me lo dejó saber

 Perdóname Señor por favor perdóname, dame otra oportunidad–imploré

Me interrumpió:

–Mi princesa escúchame, estoy aquí, te he perdonado, enfrentarás consecuencias pues mis hijos no huyen de sus responsabilidades, te he dado principios y valores que te ayudarán, te he formado a mi semejanza, te he creado victoriosa, te prometo que saldrás de esto, pero no lo harás huyendo, ni escondiéndote, ni tapando con caretas de falsa felicidad, lo harás a mi lado, y lo harás bien. Valorarás cada pieza de tu nuevo corazón y honrarás la obra de mis manos, no te prohibiré llorar, estaré contigo y nunca te dejaré

A lo que yo pregunté:

 –¿Quién soy yo para que tengas de mi cuidado?

En mi oído susurró:

–Soy tu Padre, eres mi hija ¡eso es suficiente!

Sabía que verlo direccionaría mi camino, sabía que su presencia cambiaría mi destino.