Y le dijo: ¡Sansón, los filisteos sobre ti! Y luego que despertó él de su sueño, se dijo: Esta vez saldré como las otras y me escaparé. Pero él no sabía que Jehová ya se había apartado de él. (Jueces 16:20)
Saber que algo es tuyo te llena de confianza y seguridad, por el contrario el experimentar “la pérdida” te deja en estado vulnerable y de confusión. Siempre que hay una inversión hay también una probabilidad de pérdida.
Las pérdidas pueden ser por distintos tipos, para el tema que hoy te comparto, me permito dividirlas en 5 grupos:
1.Físicas: Cuando experimentas la muerte de un ser amado.
2.Materiales: Cuando pierdes objetos de valor, dinero, propiedades, todo lo referente a las finanzas.
3.Sentimentales: Cuando se terminan relaciones ya sea matrimonio, noviazgo, amistades.
4.Laborales: Cuando te despiden de algún trabajo sin remuneración o injustamente.
5.Espirituales: Cuando la desobediencia te lleva a querer tener la promesa sin cumplir la condición.
Leí una frase que decía “con Dios ganas o aprendes pero nunca pierdes”. Cuando tenemos a Jesús como fundamento de nuestra vida podemos ver las pérdidas como aprendizaje, y la esperanza que nos da vivir con Dios provoca que la perspectiva sea muy distinta, entonces si una persona que ha aceptado a Jesús en su corazón fallece, los que amamos a Dios sabemos que no la hemos perdido pues algún día nos encontraremos en la eternidad. Sabemos también que todo es temporal y lo material no debe tener la prioridad en nuestra vida, de igual manera nuestra seguridad no depende de la economía sino de Dios, y Dios nunca nos deja. Sentimentalmente podemos tener la actitud correcta en la terminación de una relación y no guardar sentimientos que dañan el corazón, comprendiendo que hay mucho por mejorar, sin culpar a nadie, podemos responsabilizarnos y comprometernos más con Dios para que nos haga mejores en el futuro. Comprendemos que la provisión viene del cielo y si algo es removido es porque viene una bendición mayor.
Si justo atraviesas una pérdida en esta temporada de tu vida, te reto a que dejes de verla desde tu lugar y pidas a Dios que te ayude a verla desde el suyo.
Pero en lo espiritual de pronto queremos maquillar lo que se puede perder, no nos gusta que nos digan que podemos perder lo que se nos ha prometido, queremos la bendición sin la obediencia. Sansón recibió una palabra poderosa de parte de Dios, la cual llegó acompañada de condiciones por su propia protección, pero estaba tan seguro y confiado que no pensó que perdería lo que tenía, a tal grado que no se dio cuenta que Dios se había apartado de él.
¿A qué punto tenemos que llegar o que tenemos que perder para valorar lo que Dios nos ha prometido?
Vivimos en la época de la gracia, donde podemos disfrutar de una relación con Jesús increíble, donde no necesitamos hacer para merecer porque todo lo que hemos recibido jamás pudiera ser pagado por nuestras acciones. Por lo mismo, y una vez que comprendes los privilegios de vivir bajo este regalo, no quieres malgastarlo, amas tanto lo que Jesús hizo por ti en la cruz que lo último que quieres es fallarle. Obviamente como humanos lo hacemos, pero una cosa es fallar por descuido a fallar por deporte. También es cierto que un corazón arrepentido no es desechado por Dios, así que al final todos hemos sido de alguna u otra manera beneficiados.
Pero la situación aquí es cuando sigues haciendo lo que antes hacías ministerialmente (porque te sientes seguro y confiado) y tu situación con Dios es tan distante, fría y de apariencia, que no te percatas que ya no tienes su presencia, y por la misma frialdad no reconoces que estás lejos de Dios y te imposibilita de un arrepentimiento.
Como va: si estás en desobediencia, puede que ni te des cuenta que ya has perdido. Inspecciona tu corazón, sin querer quedar bien con nadie, tú y Dios solamente. Sansón entregó lo que tenía no se lo robaron. El enemigo no tiene poder para robarte, es su intención y su propósito, pero ya está derrotado, no entregues lo que con sangre en una cruz te fue dado.
¡Que tal que desde hoy valoramos lo que tenemos!