En medio de una conversación con amigos, subieron el volumen a la música y la platica se hizo un poco difícil, teníamos que gritar y decir frases cortas para que los demás pudieran escuchar, decidimos dejar de hablar hasta que se terminara la canción, los siguientes segundos entre una y otra canción eran la oportunidad para terminar la platica. Pero la música fue mas veloz que los pensamientos y antes de articular una palabra el ruido volvió.
De pronto hay mucho ruido en nuestra vida, no nos dimos cuenta a qué hora el volumen subió, se nos dificulta poner atención a las cosas importantes, por que no sabemos a ciencia cierta qué es lo importante, en medio de todo el ruido sólo queremos que le bajen.
Soy de las personas que le baja a la radio cuando me voy a estacionar por que pienso que sin música mi mente se enfocará en esa lucha por meterme en el espacio de reversa. Cuando escribo estas notas no puedo tener música por que debo decidir si lo que quiero es escribir o tararear la canción (por que además soy muy mala para aprenderme las letras de las canciones). ¡Díganme que no soy la única!
Gritar para intentar ganarle a las poderosas bocinas que arrojan el sonido no es muy inteligente, pero caminar y alejarte de ahí solucionará el problema, aún se escucha pero a lo lejos, sin la misma fuerza, sin la misma intensidad.
Comparo el ruido con todos los conflictos que pueden estar rodeando tu vida este día. El ruido se define como alboroto o mezcla confusa de sonidos. Mientras que una melodía puede traer calma, el ruido puede traer desesperación.
No sé que ruido te este haciendo gritar, lo que si sé es que no tienes por que quedarte ahí. Muévete, avanza, sigue caminando, sigue adelante, no te pares. Cada paso que das cuenta, aún cuando parezcan pequeños o lo sientas insignificantes, aún cuando creas que vas lento o has dado varios pasos y no se detiene el ruido, por favor SIGUE ADELANTE, selecciona tu dirección, decide tu ritmo, escucha en medio de todo el caos, la melodía que hay en tu corazón. No te rendiste antes, no lo harás ahora, no mientras confíes en Dios.
Cuando te permites confiar en Dios no hay ruido que te paralice, a veces imaginamos que de un segundo a otro sólo hará que los problemas se acaben y en verdad lo puede hacer, pero su plan más que sacarnos de ahí es formarnos. Es que crezcamos, es que maduremos, a veces nos hará caminar, no es que quiera agotarnos, es que quiere que decidamos ir a un mejor lugar, no nos puede obligar, pero incluso lo malo lo puede utilizar para empujar.
¡Dios es mi salvación! Confiaré en él y no temeré. El Señor es mi fuerza, el Señor es mi canción; ¡él es mi salvación! (Isaías 12:2)